DIOSES DE LA ENÉADA

NUT, SEÑORA DEL CIELO

Diosa del cielo que forma parte de la Enéada Heliopolitana. Hija de Shu y Tefnut, esposa de Geb y madre de Isis, Osiris, Set, Neftis y Horus el viejo. Cuando Atum surgió del caos, creó el aire y la humedad, representados por Shu y Tefnut, y éstos a su vez se unieron para dar lugar a la tierra y el cielo , Geb y Nut, tan unidos que Atum tuvo que ordenarle a Shu, el aire, que se interpusiera entre ellos para separarlos, de ahí la representación de Nut, levantada sobre pies y manos, separada por su padre Shu de Geb, que yace en el suelo medio recostado y con el pene erecto, separados y rodeados por el resto de la familia heliopolitana, los dioses celestes y los dioses osiríacos. Era llamada «Señora de Heliópolis» y «Madre de todos los dioses».

 

ICONOGRAFÍA

Mujer con cuerpo arqueado sobre la tierra, representando la bóveda celeste y con el vientre plagado de estrellas. Algunos textos sitúan sus pies y manos, con los que sostiene el cuerpo elevado en el aire, en oriente y occidente, y otros, en los cuatro puntos cardinales. Se suele pintar de color azul celeste. En algunas representaciones, Geb aparece alcanzándola con su pene, aunque en la mayoría es Shu quien los separa levantando con las manos el cuerpo de la diosa o navegando con una barca entre ambos. En ocasiones aparece como una mujer con una vasija y el jeroglífico del cielo sobre la cabeza, y en un texto antiguo se la imagina como una abeja con poder sobre los demás dioses.

En los sarcófagos se representaba acogiendo al difunto con los brazos abiertos o levantados ayudándole a renacer en el mundo subterráneo. También se ha representado con cuernos y el disco solar, y aún como una vaca celeste con el vientre lleno de estrellas, identificada con Meheturet.

NUT Y LA ENÉADA

Durante el Imperio Antiguo, los poderosos sacerdotes de Heliópolis desarrollaron una compleja cosmogonía basada en la familia de Atum – Ra, un panteón lleno de disputas que sirvió de precedente al Olimpo griego. Los hijos, nietos y bisnietos de Ra se hicieron populares en todo Egipto y se identificaron con numerosos dioses de todo el país a lo largo de más de dos mil quinientos años. Y Nut fue la nieta de Ra, que dio lugar a los dioses más importantes de toda la mitología egipcia. Según su propio mito, después de nacer y debido a que permanecía abrazada a su esposo de manera persistente, Atum – Ra prohibió a Nut volver a unirse a Geb durante los 360 días del año. Para burlar esta situación, Thot se inmiscuyó en la historia procedente de Hermópolis y burló a la Luna, que era quien determinaba la duración de los años, y le robó una pequeña parte del tiempo que tarda en salir cada mes, de forma y para completar el año se tuvieron que añadir cinco días extras, los llamados días “epagómenos”, durante los cuales, Geb y Nut se echaron uno en brazos del otro y tuvieron cinco hijos.

Sea como fuere y con las numerosas variantes del mito, Nut dio a luz a sus cinco hijos en un orden diferente según la versión, y el único día afortunado fue el que dio a luz a Isis, pues los demás fueron dioses problemáticos que se enfrentaron entre sí por el poder, y por eso se llamaron «Hijos del desorden». Curiosamente, la inclusión de Horus rompe el esquema de la Enéada, pero da lugar a otros mitos. En Grecia, Horus fue asimilado por Apolo.

NUT EN LOS SARCÓFAGOS

Como señora del cielo, Nut impide que las fuerzas del caos se derrumben sobre la tierra y acoge a las estrellas en su seno mientras recorren el espacio que ella representa. Pero también el Sol tenía que recorrer ese espacio. En el Valle de los Reyes de Tebas, muchos años después de que transcurrieran los acontecimientos ideados por los sacerdotes de Heliópolis, la diosa Nut aparece representada en los techos de las tumbas (cámara del sarcófago de Ramsés II, de la dinastía XX ) devorando la barca solar con Ra y todos sus acompañantes al anochecer. Estos recorren su cuerpo por la noche y al amanecer nacen de la diosa que «da a luz, al sol para volver a ser tragado por ella al atardecer. Así aparece también en Dendera. En algunas versiones, el sol vuelve a recorrer su cuerpo durante el día, y en otras, la barca de Ra sube por sus piernas, recorre su espalda y baja por sus brazos hasta la entrada del mundo subterráneo.

Pero la presencia de Nut no se haya únicamente en los techos de las tumbas, representando el cielo, sino que la tapa de los sarcófagos también representa a la diosa, normalmente representada en su cara interior, y entre las estrellas que llenan su cuerpo y cabeza figura la del difunto. En la tapa antropomórfica del sarcófago del rey Psusennes, de la dinastía XXI, una de las estrellas que hay en la cabeza de Nut es el alma del Faraón.

NUT Y EL SICOMORO

Los difuntos acudían a la diosa del cielo a través de los conjuros de sus familiares, para obtener alimentos, para que les ayudara a renacer y para que les diera fuerzas y poder seguir a la barca solar hasta el cielo. En Heliópolis había un sicomoro (el árbol de Hathor) que se consideraba su morada y bajo él se refugiaban en verano los viajeros para pedir su ayuda. Según la tradición, bajo ese mismo árbol descansó la Virgen María durante la huida a Egipto.

 

LOS LIBROS DE NUT

Después de la muerte de Ajenatón, los egipcios escribieron en los techos de las tumbas una serie de relatos muy explícitos sobre la vida en el mundo subterráneo . Quizás las inscripciones más imponentes se hallen en la tumba de Ramsés VI, en cuyos corredores figuran narraciones del Libro de las Puertas, El Libro de las Cavernas, El Libro de la Duat y El Libro de los Muertos. Pero los que nos interesan a nosotros están en un anexo de la cámara del sarcófago y tienen como centro a la diosa Nut. Son el Libro del Día y el Libro de la Noche, en los que Nut aparece doblemente representada, espalda con espalda, acogiendo el viaje de la barca solar que ha de recorrer su interior tanto de día como de noche. Mientras a uno de sus lados luce el sol, en el otro lucen las estrellas, y contra un fondo negro se halla representado el viaje de la barca solar. Por otro lado, en las paredes de las tumbas de Seti I, Ramsés II y Ramsés III, de la dinastía XIX, se encuentran los textos que dan lugar al Libro de la Vaca Celeste, que contiene el mito de la Destrucción de la Humanidad y la ascensión de Ra, fragmento en que se narra como Ra transforma a Nut en la bóveda celeste y ordena a Shu y a los dioses Heh que se interpongan para separar cielo y tierra. Ra asciende al cielo a las espaldas de Nut, cansado de gobernar en la tierra.

"Hemos visto un mundo que fue, o acaso mejor, una sucesión de mundos que fueron y ya no son. Pero las piedras hablan y en ellas los signos están escritos”

(Juan Marín, El Egipto de los Faraones, 1954: 380).​